Lc, 24, 13-33 «Camino a Emaús»
2018 Abr 03/ By / 0 comment

Jesús se hace el encontradizo en el camino…

… tan a menudo, tan sutilmente, tan en lo cotidiano… que nos resulta difícil reconocerle. Camina junto a nosotros, ni delante ni detrás, siempre al lado, tal como lo hace con los discípulos de Emaús. Junto a nuestros proyectos e intemperies, nuestras dudas y certezas, nuestros éxitos y fracasos… Y es así como nos invita a situarnos junto al hermano: ni delante ni detrás, justo al lado. Buen maestro que hace del ejemplo su mejor enseñanza.

¿Qué es La Palabra?
La Sección LA PALABRA  nos servirá como marco del mes donde se enmarcarán todas las diferentes secciones.

Cada mes descubriremos una Palabra de Dios, Salmo o texto bíblico que nos invitará a reflexionar y trabajar; relacionada con los tiempos litúrgicos, las fiesta de la Iglesia, las festividades de la Familia Consolación, los acontecimientos mundiales y eclesiales que nos inviten a vivir el día a día…

A través de un pequeño comentario sobre la Palabra de diferentes autores de la Familia consolación, encaminamos nuestra formación mensual. Cada uno desde el punto de vista personal de los autores y su mirada al mundo actual y forma de entender la Palabra y el lenguaje de Dios.

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Una oportunidad para «beber de la fuente de agua viva«, de gustar y saborear, de «probar cuán dulce es Dios» a través de su Palabra.

“Camino a Emaús”.

Lc, 24, 13-33

 

«Aquel mismo día, dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, distante a unas dos leguas de Jerusalén. Iban comentando todo lo sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo. Él les preguntó: —¿De qué vais conversando por el camino? Ellos se detuvieron con semblante afligido, y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: —¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que desconoce lo que ha sucedido allí estos días? Jesús preguntó: —¿Qué cosa? Le contestaron: —Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. ¡Nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel!, pero ya hace tres días que sucedió todo esto. Es verdad que unas mujeres de nuestro grupo nos han alarmado; ellas fueron de madrugada al sepulcro, y al no encontrar el cadáver, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles asegurándoles que él está vivo. También algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como habían contado las mujeres; pero a él no lo vieron.

Jesús les dijo: —¡Qué necios y torpes para creer cuanto dijeron los profetas! ¿No tenía que padecer eso el Mesías para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a él. Se acercaban a la aldea adonde se dirigían, y él fingió seguir adelante. Pero ellos le insistieron: —Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día va de caída. Entró para quedarse con ellos; y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.Se dijeron uno al otro: —¿No se abrasaba nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba la Escritura? Al punto se levantaron, volvieron a Jerusalén y encontraron a los Once con los demás compañeros»

 

Jesús se hace el encontradizo en el camino…

… tan a menudo, tan sutilmente, tan en lo cotidiano… que nos resulta difícil reconocerle. Camina junto a nosotros, ni delante ni detrás, siempre al lado, tal como lo hace con los discípulos de Emaús. Junto a nuestros proyectos e intemperies, nuestras dudas y certezas, nuestros éxitos y fracasos… Y es así como nos invita a situarnos junto al hermano: ni delante ni detrás, justo al lado. Buen maestro que hace del ejemplo su mejor enseñanza.

Encontrarle en el camino no significa ver algo nuevo, sino ver con ojos nuevos lo mismo que estamos viviendo y releerlo en clave de esperanza y de novedad, redescubrir su sentido.

 “Nosotros esperábamos que él fuera…”, dicen ellos. Y Jesús les explica las escrituras…

La escena nos recuerda algo esencial: la importancia de dejar que sea Él mismo quien nos hable de Él, para no caer en la tentación de crear una imagen de Dios a nuestra medida, para no “encerrarle” en respuestas aprendidas y en interpretaciones que hablan más de lo que nosotros queremos escuchar que de lo que Él quiere decirnos. Y es que no siempre es fácil comprender y acoger eso de: “Mis planes no son vuestros planes, mis caminos no son vuestros caminos” (Is 55, 8). Esa invitación a soltar las riendas, a vivir a la intemperie nos asusta, nos da vértigo. ¿Quién nos asegura que todo vaya a salir bien?

Pero al escucharle su corazón arde… “¡Quédate con nosotros!”

Sólo cuando somos capaces de escucharle realmente, arde nuestro corazón. Y ese miedo a saltar al vacío, a dejarnos hacer… deja paso a la esperanza. Y brota entonces en nosotros la alegría más genuina. ¿La has experimentado alguna vez? Una alegría que no tiene nada que ver con la adrenalina de quien llega primero a la meta, ni con el placer de adquirir lo que hay tras un escaparate, ni con el deseo de lograr un cuerpo “perfecto”, ni con la euforia de quien supera un examen imposible, ni con la satisfacción de ovaciones y aplausos…

Esa alegría que experimentan los discípulos de Emaús, que no es efímera ni promete una felicidad a corto plazo, es la alegría de la Resurrección. Pero ¿tiene sentido hablar de Resurrección hoy? Esa palabra que quizás aún nos sigue sonando tan grande, tan distante, tan de cuento…

Estos días he tenido la oportunidad de celebrar la Semana Santa junto a los presos de un Centro Penitenciario de mi ciudad. “¿Cómo hablar de Resurrección en la cárcel?”, pensaba. Y en sus cantos de esperanza en medio de tanta desolación, en su silencio total en medio de tanto ruido, en sus ojos fijos en la cruz en medio de tanta incertidumbre… descubro un motivo para la esperanza, un deseo irrefrenable de aferrarse a la Vida. Experimentar el amor incondicional de Dios a pesar de la debilidad, descubrir que el odio y la esclavitud no tienen la última palabra, es la Buena Noticia que Dios les regala a ellos y nos regala a cada uno en estos días.

Le reconocieron al partir el pan… Y, al momento, volvieron a Jerusalén para anunciarlo.

En la Palabra y la Eucaristía los discípulos reconocen a Jesús: al hombre cuya vida habla de Dios, cuya vida ha sido entrega y regalo, pan partido y repartido para otros.

Los dos discípulos comprenden y encuentran por fin motivos para la alegría: una alegría que irá más allá de un encuentro eufórico puntual con los otros discípulos. Una alegría que romperá todos sus esquemas y les impulsará a situarse en el mundo de una manera radicalmente distinta, incluso en los días de tormenta. Porque ahora sabemos que Dios se queda a nuestro lado, que su Resurrección nos convoca a descruzar los brazos y salir a las encrucijadas e intemperies de la vida. Allí es donde podremos reconocerle.

 

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Para plantearnos algo más:

  • Y en ti hoy, ¿ha cambiado algo?
  • ¿Cuáles son tus motivos para celebrar?
  • ¿En qué gestos concretos puedes seguir anunciando la alegría de la consolación de Dios?.

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Sara Beltrán. Laica Consolación

Parte de Hablad al Corazón #3 – Abril 2018

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